Dibujo y Violoncello

Por Lucas Di Pascuale . Artista Visual . Córdoba . Argentina . 2016
para Kusanagi no Tsurugi . 2016

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Van a conversar, aunque cada uno habite su propio alfabeto, Guillermo Mena y Renata Bonamici, van a conversar. Es en esa arquitectura, que no condice con la arquitectura del vecino, donde acontece la potencia del diálogo y la disputa. Ella es violonchelista y su amiga de hace años, me dice. Para Guillermo lo importante es la acción. Él va a dibujar al tiempo que ella ejecutará su instrumento. ¿A caso el dibujo necesita un sonido que lo acompañe? ¿Es que la música requiere de una imagen que la ilustre? No, no se trata de ninguna incompletud. Lo que sucede, hasta donde sabemos, es que ambos intuyen tormentas y actúan en consecuencia, sobre todo aquí y ahora que hacen su música y su dibujo. Porque quieren traer la acción a la sala, me dice. Para Guillermo lo importante es dialogar.

Algunas tormentas sirven de modelo en las composiciones de Guillermo, otras lo hacen en las de Renata. Una tormenta puede ser una imagen que resplandece, que truena y que asusta al igual que asustan los accidentes, las lastimaduras y a veces la oscuridad. Pero una tormenta –al tiempo que puede ser una imagen– es un espacio que jamás se presenta infinito. Podría continuar mi dibujo indefinidamente, me dice. Y así no sería una tormenta, sería en todo caso –aunque se tratara de una expresión caótica– una estructura determinada por la rutina. ¿Pueden la música y el dibujo ser una rutina?

Guillermo Mena ha decidido presentarnos un único dibujo –seguramente compuesto por muchos de sus dibujos– de dimensionas extremas, y ha decidido acotar la existencia de su dibujo utilizando el espacio expositivo como soporte. Finalmente nos ha invitado a que estemos presentes en su dibujar, que seamos testigos en su diálogo con Renata Bonamici. Es que su técnica, al hacer ese dibujo, intenta diluir aquellos límites que solemos remarcar, cada vez que insistimos en clasificar las prácticas artísticas.

Quiero accionar sobre algo que ya exista, me dice. Ahí están sus dibujos y también la arquitectura del Museo Emilio Caraffa. Su accionar es descarga de energía acumulada, una descarga violenta, no sobre sus más cercanos, ni sobre sí mismo. Un accionar parecido a una respuesta, parecido a una explosión, a una reunión de tambores, a una niña que jugando me asusta de verdad.

por Lucas Di Pascuale 
Córdoba, abril de 2016